La Taberna Abandonada
El mundo ha cambiado, lo siento en el agua, lo siento en la tierra, lo huelo en el aire. Mucho se perdió entonces, pero nadie vive ahora parar recordarlo...o si?
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Mensaje  Diomedes Jue Sep 04, 2008 3:30 pm

De aquella fortificada ciudadela bañada por el sol y el reflejo de la arena, sólo quedan restos humeantes y neblinosos, brumosas ruinas aún blancas pero ya sin vida. Resta todavía el camino al mar, el pérfido camino de oscuros designios, la senda que proveyó de muerte y desolación cuando dejó se pisotear por el paso belicoso de los combatientes. 
El gran mar, infame, amigo y enemigo al mismo tiempo, bóveda de cadáveres salobres y de esposos sin retorno. 
El anchuroso río yace vencido, atiborradas sus corrientes de roja sangre. De los despojos de la antaño lechosa fortaleza, lo más elevado que permanece es un casco de crines rojas hendido por una pica y un trono semienterrado, fervoroso testigo de la batalla murallas abajo. ¿Fue la voluntad de los dioses? ¿Acaso el hado? ¿O los oídos sordos ante el auguro apremiante de los dos hermanos ahora raptados? ¿El error humano provocó la caída? 
Un joven guerrero pasea por los vestigios de la antaño hermosa civilización observando lo que ayudó a provocar. Su naturaleza le impide ver las consecuencias de la destrucción, el fin de una guerra que hace veinte años no parecía tenerlo; el objetivo primario que lo dispuso en campaña. Ese juramento inquebrantable y su ardiente deseo de contender, de conseguir lo que pocos pueden jactarse de poseer; la mujer que no conoce y las que consiguió; el amigo reconocido en el campo de batalla (luego muerto, mas no por él) y la pérdida de cuarenta de los ochenta navíos con que abasteció las huestes del pastor de hombres. En su balanza interior la duda pesa más que la razón, no obstante el nombre ganado. Su mente divaga por tinieblas y por las cenizas; siente el temor ante la cólera de la diosa que osó atacar y una sonrisa de miedo y orgullo le plasma la cara. Es en ese instante cuando divisa el casco de crines rojas que recuerda como suyo. Concede lágrimas al hombre que lo usó después que él mientras acaricia las armas que lleva puestas, obsequio del muerto a quien llora. Ya no podrá alojarlo en su reino como le había prometido y como lo hicieron sus ancestros con los antepasados de él. Fue un guerrero valiente, piensa. Y ahora es solamente una sombra entre las sombras, muerto se le hace igual al campesino o al rey cobarde que se esconde detrás de sus tropas. Mas su nombre resonará en alguna canción, alguna hazaña será recordada por los sobrevivientes (porque debe haberlos) que se las contarán a sus hijos y a sus nietos. Y en los años venideros ya no será igual a cualquier otro, tendrá nombre propio, será honrado en el ágora cuando los ancianos relaten las viejas guerras. Una muerte con kléos algo tan buscado como difícil de encontrar. 
Desentierra el trono y coloca el casco en el regazo del asiento cuando una lluvia suave comienza a caer del cielo. Se queda unos segundos inmóvil recibiendo el agua, que le quita la suciedad y le moja la boca reseca de polvo y de muerte. Contempla de nuevo los vastos escombros y comienza a caminar hacia la playa, hacia sus barcos de negras velas que lo regresarán a su tierra, a Tebas.
Atrás, subiendo por la playa y al final de un sendero escarlata, permanece inerte la ruina que recibe la lluvia suave calmándole la sed y limpiando su suciedad. Por debajo del trono vacío una flor se asoma buscando la luz que le permita crecer.
02/06/04
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Mensaje  Diomedes Jue Sep 04, 2008 3:54 pm

Este es un minúsculo homenaje a la Ilíada, o más bien a Diomedes Tidida un personaje de la misma. Para quienes no lo conocen, ésta es su historia:                                                                                                                                                                                                         Hijo de Tideo y Deípile, Rey de Argos. Su padre, uno de los Siete Jefes contra Tebas, murió en esa ciudad; su madre era hija de Adrasto, el rey de Argos que había estado al mando de la operación de los Siete contra Tebas.
Diomedes participó en la operación siguiente, llamada "de los Epígonos" que tuvo una única víctima: Egialea, hija de Adrasto, el cual murió de pena. Así, Diomedes, su nieto, se convirtió en regente y tal vez en Rey de 
Argos, tutor, con Euríalo, del joven hijo de Egialea, su primo Cianipo. Luego se casó con la hermana de Cianipo, su prima Egialea. Después de la caída de Tebas, Diomedes fue a Calidón con Alcmeón para expulsar a los hijos
de Agrio que habrían usurpado el reino de Eneo, el abuelo de Diomedes. Devolvió el trono a Eneo, pero debido a la edad de éste, eligió como sucesor a Andremón, yerno del anciano. Se llevó a Eneo a Argos, donde murió. Diomedes
tuvo fama de guerrero muy valiente; se distinguió en armas y en el ágora, no obstante su corta edad, durante la guerra de Troya. Atacó con ochenta navíos, siendo el segundo luego de Agamemnón quien llevó cien. Protegido, como
su amigo Odiseo, por Athenea, en un mismo día mató al jefe troyano Pándaro, hirió a Eneas y se midió con los dioses: puso en fuga al mismo Ares (dios de la guerra) e hirió de un lanzazo a Afrodita. Acudió en socorro del 
viejo Néstor, que había perdido su tiro, y partió con él en persecución de Héctor. Zeus tuvo que tronar tres veces para que Diomedes no acometira al príncipe de los troyanos. Al lado de Odiseo participó de la expedición
nocturna contra Troya, en el curso de la cual mató a Dolón y al rey de Tracia, Reso, así como a doce de sus hombres. También con Odiseo fue en embajada a devolver a Filoctetes a las filas del ejército, y, luego, robaron el 
Paladio en la ciudad de Troya. Vovlió sin problemas a su patria; mas su felicidad no duró mucho tiempo porque fue mal recibido, a tal punto que debió emigrar a Italia, donde volvió a casarse con Evipe. Afodita había decidido 
vengarse de él haciendo que su teniente y su mujer cometieran adulterio y decidieran matarlo. Murió en Italia, luego de haber fundado varias ciudades en honor a Afrodita (Venusia, por ejemplo) quien calmó su ira.
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